Echa la vista atrás, al desigual trazado
Que deja la rodadura sobre la calzada
Y observa cómo la herida se cierra
Cual ola sobre la superficie del mar.
Se cierra, se aquieta y se funde sin rastro,
Aunque bajo ella quede el vestigio
De lo perdido, de lo que ya no tendrá ocasión;
De los verbos que no llegarán ya a conjugarse,
De los espacios que no trazarán puentes
Entre nuestras dispares orillas; por no haber,
Ni tan siquiera habrá ni tan siquiera...
Sobre la superficie quedan los tristes pecios;
Arrugadas hojas que la humedad deshace
Y esta ausencia dispersa entre sueñosImpropios y desbaratados atardeceres;
Tiernos espectros acunados en el deseo.
Y la gélida indiferencia prendiéndose,
Poco a poco, al horizonte de la mirada;
Hasta llegar a no ser de aquí, ni de ahora,
Sino de otros encuentros, frente a otros ojos,
Ante otras mesas lejanas, lejanas…
El oro de la poma yace ya olvidado
En un talud del campo de carreras
Tras la linde del huerto, a cuya umbría,
La hirsuta piel de la bestia se pudre
Sobre la extinta pira del altivo vástago.
Y ahora, este sordo dolor me balancea
Cual palma de romero en el camino;
Como avinados pasos gobernando un rumbo
Incierto e indeciso; allá, hacia un acaso
Donde me cobije al abrigo de algún latido
Sin resquemor, cómputo, ni reserva.
Echa la vista atrás, haz acopio y reitera,Una vez más, aquel sutil fármaco
De amargo consuelo, pues lo fatal nunca es cruel;
Y aquel que no ha estado dispuesto a perderlo todo,
No habrá sido jamás digno de recibir nada...de nadie.
Cantoblanco, Noviembre de 2008