jueves, 27 de noviembre de 2008

Desamor



 



Echa la vista atrás, al desigual trazado
Que deja la rodadura sobre la calzada
Y observa cómo la herida se cierra
Cual ola sobre la superficie del mar.

Se cierra, se aquieta y se funde sin rastro,
Aunque bajo ella quede el vestigio
De lo perdido, de lo que ya no tendrá ocasión;
De los verbos que no llegarán ya a conjugarse,
De los espacios que no trazarán puentes
Entre nuestras dispares orillas; por no haber,
Ni tan siquiera habrá ni tan siquiera...

Sobre la superficie quedan los tristes pecios;
Arrugadas hojas que la humedad deshace
Y esta ausencia dispersa entre sueños
Impropios y desbaratados atardeceres;
Tiernos espectros acunados en el deseo.

Y la gélida indiferencia prendiéndose,
Poco a poco, al horizonte de la mirada;
Hasta llegar a no ser de aquí, ni de ahora,
Sino de otros encuentros, frente a otros ojos,
Ante otras
mesas lejanas, lejanas…

El oro de la poma yace ya olvidado
En un talud del campo de carreras
Tras la linde del huerto, a cuya umbría,
La
hirsuta piel de la bestia se pudre
Sobre la extinta pira del altivo vástago.

Y ahora, este sordo dolor me balancea
Cual
palma de romero en el camino;
Como avinados pasos gobernando un rumbo

Incierto e indeciso; allá,
hacia un acaso
Donde me cobije al abrigo de algún latido
Sin resquemor
, cómputo, ni reserva.

Echa la vista atrás, haz acopio
y reitera,Una vez más, aquel sutil fármaco
De amargo consuelo
, pues lo fatal nunca es cruel;
Y aquel que no ha estado dispuesto a perderlo todo,
No habrá sido jamás digno de recibir nada...de nadie.




Cantoblanco, Noviembre de 2008

viernes, 21 de noviembre de 2008

Metamorfosis






Huyendo de un vivir sin naturaleza propia,
Ensayó su destino en el recreo de los Elementos;
Entre los que, por su modesta y delicada
apariencia,
Considero que el Aire se ajustaría mejor
Al índole de sus giros y destemplanzas.

Y Así, rondó por un tiempo como rumor seco
Entre las hojas, polvareda entre los rastrojos y,
Libremente suspendido sobre la sombra de las vides,
Ciñó el talle de la mocedad, arrebolando el vestido
Y multiplicando la onda bien dispuesta del cabello.

¡Que hartura de viento!
Ni tranquila puede estarse una...!

Y al sentir
la mano apartándole y aferrando el pañuelo,
Se inflama y asciende, -¡Quién lo hubiera sospechado!
Al hermano viento, al mensajero de vuestras aladas voces,
A la brisa que acaricia y refresca… Y cuanto más lo considera,
Más se enciende, desprende y eleva.

Brilla entonces con fulgor redoblado, cubriendo a la Tierra
Y a sus moradores; unas veces para encerrarles
Huyendo del resol de mediodía; otras veces, compasivo,
Tomando del árbol ese tono advenedizo con que,
Al atardecer, vestir de color sus candelarias.

Mas, desde la cegadora altura, ¡Cuan extraña humanidad!
Trasiego y afanes por las que escudriñar las alturas;
¡Cuán lejano este recuento de todo! Vastedad del espacio
Que los ruegos no llegan a trasponer; fulgor que consume
las fragancias y desvanece los multicolores reflejos.

Solo en tan alta cátedra, la congoja deshace su alma,
Destilando sus sentidos como lluvia que a tierra se viene
Sobre la inmensa llanura y fluye entre las peñas y apriscos,
Abriéndose cauce sin tapujos y bullendo entre las simas
O buscando el amparo de los sauces; preñado de vida,
Ahíto de caricias de clorales dedos y lomos tornasolados.

Y he aquí que ella avanza, prendido aun el temor
De los ojos y el entrecejo fruncido por la osadía;
Tendida hacia la corriente la mirada, como tentando
En cada remolino algo más allá; hasta que y sólo entonces
Morosamente, le hiende, se abandona y retrae, nuevamente;
ingenuo asombro ante el destino de lo ya consumado.

¡Mira ese gesto con el que se desprende de la pesadumbre
Dando alas al pelo! Adelantado el mascarón del busto;
Dispuesta desde el puente de la nariz hasta la rodilla
En un delicado gesto con el que te herirá por siempre,
Entre esa luz de
almíbar; efeméride sin rastro ni fecha.

¡Ya fue, ya está hecho! Sin remedio quedaste preso
Entre los cantos y el cieno, por entre los
sumergidos
Carrizos y las raudas huidas; prendido, inmovilizado,
Suspendido... pero cuidado! ¡que no se marche! ¡detenla!
Sostenla, mece su geografía entre los puntos cardinales,
Aquieta la corriente o boga con ella hasta la ensenada...

Pero que no te abandone…

Mas he aquí que ya su espalda
, cual fuste, se yergue
Camino del romero, sin mostrar signo alguno
Que haga sospechar una mínima querencia; No...
Pasó el instante, fluyó bajo el arco del puente,
Se desvaneció como niebla entre la fragancia del brezo,
La caricia del cálido viento y el mullido roce del lejano sol…

Un hondo pesar le traspasa, de parte a parte,
Mientras el pecho se alza y desciende, boqueando
Como pez fuera del agua; Girando sobre sí,
Abatido y en tierra, como tórtola herida.

Mira entonces sus manos, como ajenas,
Recorrer su rostro, labrado ya en el destino
Azaroso de los Elementos y sonríe para sí,
Entre resignado y melancólico, mas como sólo
Podría hacerlo un loco, un amante o un poeta.


Cantoblanco 21 de Noviembre del 2008

El pozo, el brocal y el cubo

In memoriam Agustín Vento Retorna al pozo y a las tunas de pinceladas sueltas y a las relumbrantes mañanas, Con su brisa de pluma  y...