La gata se enrosca
tortuosamente lánguida
sobre la manta; su diseño
tortuosamente lánguida
sobre la manta; su diseño
evoca la campiña otoñal,
entre la atalaya de Haro
entre la atalaya de Haro
y las dehesas de Yuso.
La joven se reclina
sobre el libro
que recoge su congoja;
que recoge su congoja;
una gótica narración
de amores, más allá
de toda prueba,
de toda prueba,
allende cualquier límite.
El día oscurece
bajo la esperanza
de que la nieve ilumine
de que la nieve ilumine
la primera mañana
de aparente liberación
y de artificiosa jovialidad.
La calle metaboliza el tráfico,
cauto en estas noches de hielos;
Las luces chorrean de reflejos
las calzadas como papeles de seda
o antiguas linternas de celofán;
Las luces chorrean de reflejos
las calzadas como papeles de seda
o antiguas linternas de celofán;
al fin, como un humilde regalo,
danzan, cual hojas de cristal
o plumas de algodón,
o plumas de algodón,
los primeros copos.
Nada parece tan trivial y, al tiempo,
más preñado, como lo que se avecina.
más preñado, como lo que se avecina.
Como los deseos sin reclamo
o las tenues caricias sin abrazo
que, en el instante de ese gesto
o las tenues caricias sin abrazo
que, en el instante de ese gesto
recogido y quedo, perseverasen
en la anual expectación por ver
su propio ser también, cumplido.
Madrid, Diciembre de 2009.