Encantamiento
de la mirada:
La vela ondulando
y la cera perdiéndose
en lágrimas sin dueño.
Nueva paradoja:
ser heliotropo
y observarse retrepar
el espaldar de la vida
sin llegar a acodarse.
Recuerdos de niño:
festejan los mayores
mi acendrado mirar;
hoy, por el contrario,
calzo los ojos esquivos
de un transeúnte de sueños.
¡Cómo disfrutaba, de chaval,
al abrir la cancela y huir
al bosque, a perderme
–o a encontrarme–
trenzando algún lazo
o henchido de escudo y aljaba!
Esta noche, tan clara,
rasgo a pluma
los renglones cursivos
para que, al café del alba,
se tracen con otras linotipias
en invisibles recuadros
los cuadernos de mis bitácoras.
Mal del viajero, nostalgia:
creo vislumbrar a aquel
engreído adolescente,
como el altivo personaje
de Tonnio Kröger,
caminando por el retiro,
con el rostro de Jane Birkin
tatuado en el corazón.
Madrid, Mayo del 2012/Enero de 2013