José Vento Ruiz, 3 Julio 1925 – 16 Marzo 2005
Sit tibi terra levis
Tendido sobre los botalones,
desmadejado y un punto ausente,
como sólo la juventud admite,
contempla los irisados aceites
de la dársena trazar escamas
de sierpe en la lustrosas aguas.
El cuerpo se acompasa a cada onda
en un vaivén adormecedor, mientras
unas nervaduras de luz traspasan
la superficie con un fulgor de estoque.
Así transcurren los días,
con lastimera untuosidad,
hasta que el horror dispone,
sobre la cruel ilusión
de las hazañas bélicas,
la crueldad y el absurdo
de un joven cuerpo amputado,
del caz y la sangre
que recorre el talud,
de la bodega en llamas
y la oquedad del monte
que apenas les protege
de los bombardeos asesinos.
Embózate de ingenuidad,
muchacho,
entre fragantes pinadas;
Admira los tonos
de las escurridas gredas
y deja que ramoneen
tus cabras sobre las lomas;
deja que la retina libe
el blanco marfileño
de las alquerías lejanas;
arróbate al ver henchirse
de malva y anaranjados reflejos
el cañaveral atardecido.
Venera a aquel que reveló
la áurea proporción
y las pacientes transparencias
de las veladuras, rememora
el mirar risueño que guió tu mano,
entre ventas y acequias,
combinando los ensueños
con los trazos con que invocar
el divino ritual del simulacro.
Madrid, Febrero 2007