sábado, 20 de enero de 2024

Marinas




Anoche, en un sueño, recorrí 
el sendero de la duna, madre, 
hasta aquel otero del que hacías 
tu refugio, en horas aún de rocío, 
en donde plasmabas tus marinas.

Un rastro de huellas sin cuento tejía una senda de mar de fondo, salpicada de pinaza y güitos de retama. Por ella ascendí, ladeando el paso, buscando lugar para mis pies desnudos contra el resol abrasador, mientras, con ligereza y cautela, intentaba esquivar el acecho de las púas de la tuna bravía.

Alcé la mirada hacia donde la brisa inclinaba los rafales y elevaba la invisible arena, atrapada entre las brazadas de gavillas, dispuestas para erigir un farallón contra los temporales invernales.

Lucías allá, madre, tu pantón de armonías, de collares y blusas, como un blasón de serena calma, con la que disponías sobre la paleta breves churretes de evocador acento: blanco España, Azul Prusia,  
en una red de mutuos reclamos,  
con los que echar rezón a lo mudable.

Me acomodé a tu vera, cauteloso 
aunque alegre y expectante,  
como aquellos niños del cantín,  
celebrando con dichoso asombro 
ver surgir sobre la blanca tabla 
lo que siempre tuvieron a la vista. 

Allí descansaban en su sueño 
devastador los pecios de barriga 
oxidada que cabeceaban en la ría 
bajo un fulgor de oriflamas,  
como gavianes a la espera 
de un tiempo de bonanza y, 
a un cable, un malecón bullente  
de cajas y carretillas, en un bujío 
de voces, tanguillos y mudanzas.

Hoy parecía ocuparte, madre, 
la oscura viña del “americano”,  
la alta casa con su morera  
donde acechar gorriones  
con la horquilla del tirachinas 
y más al fondo, destacándose 
en fuga a cada pincelada  
de blanco y crema, la compuerta 
del Carrera, aledaño al peligroso 
imperio de los lamedales. 

Me quedé así, junto a tu recuerdo, 
madre, considerando cuánto  
habríamos de ver en este mundo  
que ya tu mirada nos hubiera 
señalado y saludé, de tu parte, 
a los cañaverales y a la rompiente  
de la playa de luna y al encendido 
ocaso que nos dejaste en heredad. 











"El muelle de la Lonja desde el cantín" por Begoña Villate Ibarra
Madrid, 23 Mayo del 2010


2 comentarios:

  1. Ante todo gracias por acordaros de mi ciudad exponiendo estas magnificas pinturas de vuestra madre Dª Begoña Villate en internet.
    El cuadro referente a la playa de la punta del caimán, ahora se llama la playa de las gaviotas, y el del cantin, es el cantil y ahora se llama playa del cantil.
    Espero que algún día puedas regresar donde distes tus primeros pasos de niño, de vacaciones, para volver a llevarte el olor del perfume del mar que tanto as añorado.
    Y que tus poesías surquen los mares de cristal de Madrid viento en popa con alma de marinero que a buen puerto te llevara, el de la sinceridad.

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  2. Tengo el privilegio de tener en casa una marina de tu madre. Me la regaló hace muchos años y ahí sigue, junto al cuadro de tu padre "estar con todas" que compré en una exposición en Madrid sobre los años 80.
    un beso grandísimo.
    tuprima

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