viernes, 26 de diciembre de 2008

Asombro por un acorde






Mi sonrisa despunta, como entonces,
Al comprobar cómo no olvida mi cuerpo,
Ni tu tacto, ni tu voz, ni la amplitud
de tus gestos, en aquellos sencillos ritos
Con los que en ocasiones nos entretenemos.

Y aunque me perdiera entre bagatelas
De mundana excitación, yermos yugos
que engañan nuestros adentros,
Bastaría con pulsar el dulce bordón
De aquella caricia pasajera
O de aquel velado requiebro,
Para que mi imposible ser
Renaciese, troquelado a su reverso.

No olvidan mis labios la mórbida
Humedad que los hizo preso
Y mis yemas aun retienen, codiciosas,
Las derramadas guedejas de tu cabello;
Aun me enternece la planicie del codo
Como me embriaga el hoyuelo
Que se forma en tu cadera; Tanto
Como la curva de tu espigado cuello.

Descubrí que algunas palabras
Liban su dulzura en susurros,
Al amparo de los tibios oquedos;
Cómo se dispensan las pestañas
Caricias de mariposa y es que todo
Está dispuesto en el recamado encaje
Que logra tejerse en cada encuentro.

Y, hasta, al reparar, me conmueve
La forma en que a fundirse
llega
En ambos el oscuro tormento;
Como gotas que se encuentran
En el frío cristal de la memoria,
Al recobrarnos del último silencio.

Maestro de las infinitas formas
Es, para mí, el errabundo tiempo;
Señor que labra cada detalle,
Cual artesano anónimo, tejiendo
El estrecho margen, casi un ápice,
Que separa a las indelebles delicias
De poder forjarse en su acaso o perderse
Entre esta algarabía y enredo,
Que deslucen los preciados acordes,
Que dan sentido a todo empeño.




Madrid, diciembre del 2008

Homenaje, Agustín Vento Villate (1962-2024)

  Miro la sedosa nube deshilachandose en el horizonte.  Toco la nube. Miro  al tronco nudoso remedar la traza de un cuerpo. Al tronco me uno...