
¡El canto otórgame,
oh señora!,
de aquel varón
de artimañas incontables
que errante trajinó
de regreso a casa
después de asolar
de Ilión la ciudadela…
Házmelo presente
y que disipe
nuestra indiferencia
hecha de olvido;
tráemelo al canto,
para que, de uno a otro,
transite entre las gentes
Como devuelto a la vida,
y ante ellos
su derecho reclame:
¡Yo fui, yo soy, yo he sido!...
¿Acaso no merece compasión
aquél sobre el que cae,
por siempre,
el velo del silencio?
Cantoblanco, Enero del 2007