
¿Qué era aquello que, al vislumbrar
El solícito óvalo en su dócil trajín,
Percutía, cual repique de martinete
¿Dónde se enraizaba mi querencia
Después, sólo el afianzado cerco
Madrid, Octubre del 2007
En yunque de terciopelo?
¿Dónde se enraizaba mi querencia
Por aquel tono que parecía atemperar
Los bruscos gestos corales que tensaban
Mi desmadejado cuerpo en su ceñido eje?
¿Qué era aquella trama
¿Qué era aquella trama
Que sobre el empedrado,
Poblaba cada superficie
Poblaba cada superficie
De brillantes reflejos;
Encandilándome
Encandilándome
Cual polilla nocturna?
¿Qué era aquel rumor,
¿Qué era aquel rumor,
Roce de cántaro en la fontana,
Resonando, aguada tras aguada,
Resonando, aguada tras aguada,
Y labrando la impronta
Donde se acuñaría cada signo
En su destino de emblema?
Antes de todo nombre,
Antes de todo nombre,
Guarecido tras mi coraza de espejos,
Aquello en lo que ya consistía, aguardaba
Aquello en lo que ya consistía, aguardaba
Agazapado y atento a la incesante coreografía
De apariencias, máscaras y señales,
Tras los que comenzaban a revelarse
Tras los que comenzaban a revelarse
Visiones de inefable terror.
Después, sólo el afianzado cerco
Del abrazo, conseguía conjurar
La aterradora procesión de aparecidos
Que pendían en el sonoro espacio
Con ropaje de familiares espectros.
Después, ya no volví a dormir
Después, ya no volví a dormir
Confiado al dulce umbral del sueño
-muy al contrario-, contemplaría,
noche tras noche, desvanecerse
La cuarta dimensión de la cotidiana vigilia,
Para ser testigo, con pavoroso desconsuelo,
Para ser testigo, con pavoroso desconsuelo,
De la reiterada confusión
De los escenarios del mundos
Que, sólo tiempo después,
Poblarían el anchuroso horizonte
De mi extrañada conciencia.
Madrid, Octubre del 2007