Hoy la gata
ha entrado en la alcoba
que ocupaste estos años,
cuando aún éramos ajenos
a que serían los últimos,
y me ha mirado
con un reto inquisitivo,
y ha maullado
con tan hosco lamento
que alcanzó a rasgar
esa costra de silencio
que forja
la soledad compartida.
Hoy Runa
ha entrado en la alcoba
y ha husmeado tu rastro
buscando con morosidad
las caricias postergadas,
y se ha encaramado al alféizar
por si andabas enredando
entre los narcisos,
y ha girado su rostro,
interrogándome con su mirada,
y asolando mi alma.
Hoy aprendí
que un rastro persiste
de cada uno
y que caminamos,
abrazados por los aromas
indelebles,
que inscriben
la trama vibrante de cada cuerpo.