Tendido sobre los botalones,desmadejado y un punto ausente,como sólo la juventud admite,contempla los irisados aceitesde la dársena, trazar escamasde sierpe en las lustrosas aguas.El cuerpo se acompasa a cada ondaen un vaivén adormecedor, mientrasunas nervaduras de luz traspasanla superficie, con un fulgor de estoque.Transcurren los días así,con lastimera untuosidad,hasta que el horror dispone,sobre la cruel fantasíade las hazañas bélicas,el horror absurdode un joven cuerpo cercenado,del caz anegado en sangrevertiéndose en el taludde la bodega en llamasque apenas les protegede las bombas asesinas.Embózate de ingenuidad,muchacho, entre fragantes
pinadas y admira los tonos
de las escurridas gredas;deja que ramoneentus cabras sobre las lomas,que la retina libe el blanco
marfileño de las alquerías lejanasy arróbate al ver henchirsede malva y madreperlael cañaveral de atardecida.Venera a aquel que te revelóla áurea proporción y las pacientes
transparencias de las veladuras;
rememora el mirar risueño
que guió tu mano,entre ventas y acequias,combinando los ensueñosen los trazos con que invocarel divino ritual del simulacro.
Madrid, Febrero 2007