Apenas sin darte cuenta
te reconoces en ciertos usos
y hábitos familiares.
Como una evocación, el aroma
anisado corona la rosquilla,
el comino inscribe su tilde
y la sopa esparce su rastro
refrescante de hierbabuena.
Calladamente, la luz se tiñe
de ese color añorado,
cercando tu memoria
de una hilera de flamantes
hamacas frente al mar.
Miras a los tuyos e,
imperceptiblemente, te ladeas,
la sonrisa se vuelve circunfleja
y tus brazo signos de admiración.
Porque, pausadamente,
nos vamos volviendo
gestos en los que otros
nos habitan y, serenamente,
caminamos, paso a paso,
entre un linaje de almas.
EL Cabañal y la Cañada, Valencia. Noviembre de 2012.
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