
Sean como los frutos
de la estación tardía;
como las endrinas,
cerúleas y azules
o moras que esconden,
entre púas y semillas,
su granado dulzor.
Sean así los amores
de los veteados días;
remansos de aguas,
juncos y jaramillos
casi venciéndose
sobre los ribazos.
Sean, en fin, espejo
de los primeros
fríos; cuerpo lánguido
que busca, se rebulle
y retiene el calor
íntimo y evanescente
de ese otro cuerpo.
Huerta, Septiembre -Madrid 12 de octubre del 2009
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