Ya no recuerdo
tu nombre
signo perdido
en el tráfago del tiempo
ni siquiera sé
cómo evocar tu rostro
al que, una vez,
acosé con tanto deleite
Apenas me ocupé
de los perdidos anhelos
o los presentidos temores
tu cuerpo amaneció
sin un amable amparo
Huí
bien lo sé y mentí
reeditando
sobre tu cuerpo
las escaramuzas
de otros
amores desairados
No me desdije
con paladar amargo
de las argucias de miel
que urdí
en la penumbra
las líneas
que entreveramos
ardorosamente
eran renuentes deseos
que ansiaban su olvido
entre tus cálidos flancos
Y ahora
que contemplo
las nubes prender
guedejas azuladas
lozanas guirnaldas
sobre las cimas de la sierra
mientras en los hogares
crepita el amable fuego
expío
esta íntima condena
este penar a destiempo
la certeza
de haber hecho
de esta vida un osario
de ocasiones baldías.
Huerta, Marzo 2006
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