lunes, 15 de marzo de 2010

El camino del Medio






Revestido de uno mismo, 
  adornado con lo propio, 
    ramoneo el reflejo 
que surca ese otro pálpito.

La mirada, descansando 
  a tres metros de mi silueta, 
     libre del asalto de los tránsitos,
parece extrañamente calma. 


Casi ajeno al vértigo de rostros
   cuyo rastro arañaba mi memoria
      labrando surcos indelebles
         de imposible melancolía, 
sonrío a la sombra
   que me precede
      a tres metros de terrazo;
         ajeno ya al deseo, que se despide 
sin volver el rostro. 

     ¡tanto como compartimos! 

Un luminoso vacío 
  esculpe mi centro 
      y diluye toda congoja 
y la voluntad de su gesto. 

Escucho los pasos de gato 
  marchar por el pasillo... 

     Lo he dejado marchar.
Estoy dispuesto a todo. 










Ignacio Vento Villate, calle del oráculo, Madrid

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