Afirma el filósofo: "Si sólo cuerpo hubiese, no existiría el vivir"
Antes que el yo,
Ello ya sabe.
Y aun el tiempo
se ha forjado
en la reverberación
de su pulso interno.
Trémulas, la pupilas
dilátanse, cual cerco amable,
cuando ya pasó
el torrente de emociones
por el brillante empedrado.
Aquello en lo que consistimos,
juega en su covacha, confiado;
otros dan la cara, erizan su vello
o tensan sus músculos, almas
e identidades.
Por cavas profundas,
una coreografía de efluvios,
descargas e imágenes, labran
experiencias inefables
que nos hablan, de forma queda,
del óvalo que me cautiva;
de su dócil merodear, del ritmo
que atempera el ánimo;
del paisaje, en fin, que se bosqueja
cuando cierro los párpados
y me abro, confiado, al horizonte.
Madrid, Del Oráculo, 23 de Septiembre de 2007-2010
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