El fulgor se extingue
tras una línea de anhelo.
El índice dibuja
la arquería de su labio.
El hoy descansa, por fin,
en su destino de emblema.
La sorpresa postrera
deja su rastro de aguada.
La mano sobre la columna,
la llave en el cerrojo,
cada palabra acompasando
la vida en su misterio.
Bolonia, Cádiz Abril del 2010
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