jueves, 29 de mayo de 2008

Redacción





Mi madre es una constelación 
que he aprendido a observar y a cuidar. 



Las emociones habitan su rostro
Y cuando se ilumina
Me deslumbran destellos de patena.

Otras, aguaceros 
y nubes plomizas,
A veces me la ocultan,
Y, entonces, siento 

cuánto más la preciso. 
Aprendí a seguir
Su diaria rutina

De atropellados dones
y atender al sutil arco 
dibujado entre sus cejas.

También, he de evitar 
con tiento las estancias 
cuando espejean
Su laborioso
destello,
O aquellas tardes 
en las que su humor
Se enreda entre ingratas
Gavillas de tareas cotidianas.

Es entonces cuando, 
desde mis felices rincones
La asalto, hasta arrancarle 

esas risas que iluminan 
el atardecer de nácar. 
 Aunque en clase nos ilustren
Con fotos y cuadernillos,

Yo sé de mi madre en todas su fases.


Pues ella es la única constelación
Que en mí dispone
De su propio planetario.





Cantoblanco, Mayo-Junio del 2008

martes, 27 de mayo de 2008

En el Umbral




En el umbral de ese espejo sin azogue,
En la duermevela de mis afanes
Que me hurta la conciencia de ser
Con su inefable don de la ubicuidad;

A través de ese bostezo sin fondo
En donde habita toda posibilidad,
Soñé que mundos vivían en mí
Con el candor de las tardes de estío.

Tardes de caramelo que me sorprendían
Libando amores en el cerco de los labios,
Compartiendo anhelos y licencias,
Cumplidas con despreocupada lozanía.

Soñé vientos que, pese a su embate,
Elevaban mi cuerpo cual cometa;
Volando sobre maizales de rojizas flamas
Y campos de amorfas y dulces cidras;

Que la mar pendía del cielo y, entre terrones,
hormigas portaban miel mientras,
prendidos de sus perchas, dóciles azores
Acechaban a la ocasional imprudencia.

Soñé que un claustro de imposible delicadeza
Se tendía en el soleado jardín de unos baños,
Con su acueducto de mármoles satinados
Que se erguía a salvo de la avidez humana.

Al final, ignoro si fue efecto del despertar
O que, estando a punto de la vigilia,
Conspiraba, con onírico apremio,
Por atravesar el umbral y regresarme.

Ignoro la forma de averiguar si aquella trama
Estaba urdida sobre el diseño cotidiano
O bajo la brumosa corriente de
deseos perdidos.

Madrid, mayo de 2008

jueves, 22 de mayo de 2008

Solsticio

A Fernando Carapeto
In memoriam

De la hermandad de los últimos hombres:
Aquellos siempre sufren en silencio
por ser mejores de lo que ya van siendo.



Esta mudanza cotidiana
No mezcla bien
Con el sordo dolor
Que hoy me alberga.

No deja que las risas festivas
Pinten de olvido las urgencias;
Ni que me incline bajo el dintel
Que precede a las ambulantes
Geometrías, ni me interese
Por el diario acontecer
Que se asoma en cada mirada.

El largo pasillo,
No florece ya de carpetas,
Y desdeño las complicidades
Que, en cada rincón,
Se ponen en suerte;
Ya sea el amoroso encuentro
O la transgresión cotidiana.


Así que, al entrar, miro los escalones
para ocultarme de los neones
que siempre lucen
Con su claridad de simulacro;
Luego empujo las puertas
Que chirrían como las artríticas
Arterias de esta filosofía
Que ya nadie practica
Y, me encamino a las aulas
Rodeado de carteles timbrados,
Tarareando con dudosa afinación.

Y en cada una de ellas,
Me bajo de la tarima
Y abro la ventana y mi corazón
A las nieves cercanas,
Antes que saumarme,
Como preciada orquídea
De artificial carnalidad.

Hasta que, por fin,
Mi interior implosiona
Con la intensidad de un beso
Y me hace padecer sin remedio
¡Cuanta piel que me aprisiona!

¡Quién necesita sucedáneos,
Quiméricas aventuras o
Estimulantes destilados
Contra esta soledad vaticinada!

¡Reino sobre el terremoto del abrazo
Y el lánguido llanto de la confesión;
Veo con otros ojos, como un milagro posible,
Sufro con otro pulso, como una dicha cotidiana!…


Tras la revelación, al anochecer,
Pasos de autómata guían mi espectro
Por las calles, haciendo resonar
El falso alabastro, pero ya,
Como cada mañana,
Con intempestivos pies ligeros,
Ante otro cercano solsticio.

Cantoblanco, 22 de Mayo del 2008

miércoles, 14 de mayo de 2008

Peregrino


Me acerco a ti,
Como estival revolera,
Ignorante de si te cimbrearé
O quebraré la fina red
De sutiles expectativas
Que te arraigan al surco.

Ávido de regazo y olvido,
Franqueo tu puerta,
Silente felino que arrampla
Con lo preciso, huyendo luego,
A salvo en su gatera.

Corrieron nubes tras el ocaso,
Mansas lluvias sembraron
De reflejos del paraíso
La enfebrecida rastrojera.

Ahora voy hacia ti,
Cautivo y humilde
Cual peregrino.
Si veo tu rostro amanecer,
Sea fulgor en la mañana,
Venero entre los pastos.
Mas, si en el acaso
Oigo que tocan a duelo
En la distancia;
No lamentaré despertarme
De mi inocente sueño.

Siempre caminé
Con la mirada elevada
Y el rostro vuelto
Hacia tu ausencia.


 



Madrid Abril del 2008

Homenaje, Agustín Vento Villate (1962-2024)

  Miro la sedosa nube deshilachandose en el horizonte.  Toco la nube. Miro  al tronco nudoso remedar la traza de un cuerpo. Al tronco me uno...