
Algo se diluye,
una vez
se altera la rutina
que servía
de centro de gravedad,
obligada y oportuna.
Y nos incorporamos
al reciente día
con la hiriente pregunta
y la insoportable certeza
de saber
que se aproxima
esa gran extensión
de días venideros,
de tierra baldía
de días venideros,
de tierra baldía
demandando cultivo.
Y concibo las tareas
como órbitas,
girando en torno de su astro;
los estudios, la mocedad,
las mercancías,
los usuales requerimientos;
tantas cosas
que parecen llenar
las vacías horas
mas, es eso,
que parezcan.
¿Dejaré que la vacuidad
me inunde,
que el sin sentido
me disperse,
que las moléculas
lleguen a chocar,
cientos, miles de veces
contra todo y todos?
Como un cataclismo
o una implosión
que abra en su centro
una leve gravedad,
reclamando su lugar y momento,
lo dejaré todo, sonriendo
a quien se interponga,
pero con firme dicción:
¡Ya voy! ¡ahora mismo…!
¿Buscaré el lugar de mi recreo
donde recorrer su rostro
y explorar
su abismada extensión
hasta evanescerme en la nada?
Me digo
¡sin prisa, sin urgencia,
sin pedir o buscar!
sencillamente atento,
escuchando,
aunque te repliegues,
arrebujándote.
Me digo
¡Busca tu centro!
Esa vibrante quietud
que a todo reúne
y que permita elevarte,
con renovada sensibilidad,
hacia la límpida certeza.
Me digo
¡Cada instante
es la ocasión luminosa
donde redimir
todo lo desplazado
en ilusoria arquitectura
de este caduco mundo!
Mas, me detengo
y dudo…
¿No estaré enredándome
entre tanta palabra,
recargando la recámara
de sus esquivos sentidos?
¿No estaré emplazando
a la concurrencia?
Cuando ahora
únicamente
se requiere
el valor preciso
para que impere
el silencio
Huerta 2008-2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario