miércoles, 26 de agosto de 2009

Implosión







Algo se diluye,
una vez
se altera la rutina 
que servía 
de centro de gravedad, 
obligada y oportuna. 

Y nos incorporamos
al reciente día 
con la hiriente pregunta 
y la insoportable certeza
de saber
 que se aproxima
esa gran extensión
de días venideros,
de tierra baldía
demandando cultivo. 

Y concibo las tareas
 como órbitas, 
girando en torno de su astro; 
los estudios, la mocedad, 
las mercancías, 
los usuales requerimientos; 
tantas cosas 
que parecen llenar 
las vacías horas 
mas, es eso, 
que parezcan. 

¿Dejaré que la vacuidad 
me inunde, 
que el sin sentido
me disperse, 
que las moléculas 
lleguen a chocar, 
cientos, miles de veces 
contra todo y todos? 

Como un cataclismo 
o una implosión 
que abra en su centro 
una leve gravedad, 
reclamando su lugar y momento, 
lo dejaré todo, sonriendo 
a quien se interponga, 
pero con firme dicción: 
¡Ya voy! ¡ahora mismo…! 

¿Buscaré el lugar de mi recreo 
donde recorrer su rostro
y explorar
 su abismada extensión 
hasta evanescerme en la nada?

Me digo 
¡sin prisa, sin urgencia, 
sin pedir o buscar! 
sencillamente atento, 
escuchando, 
aunque te repliegues, 
arrebujándote. 
Me digo 
¡Busca tu centro! 
Esa vibrante quietud 
que a todo reúne
y que permita elevarte, 
con renovada sensibilidad, 
hacia la límpida certeza. 
Me digo 
¡Cada instante 
es la ocasión luminosa 
donde redimir 
todo lo desplazado 
en ilusoria arquitectura
de este caduco mundo!

Mas, me detengo
y dudo…
¿No estaré enredándome
entre tanta palabra,
recargando la recámara
de sus esquivos sentidos?
¿No estaré emplazando
a la concurrencia? 

Cuando ahora 
únicamente
se requiere
el valor preciso 
para que impere 
el silencio




Huerta 2008-2009

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