viernes, 26 de diciembre de 2008

Asombro por un acorde






Mi sonrisa despunta, como entonces,
Al comprobar cómo no olvida mi cuerpo,
Ni tu tacto, ni tu voz, ni la amplitud
de tus gestos, en aquellos sencillos ritos
Con los que en ocasiones nos entretenemos.

Y aunque me perdiera entre bagatelas
De mundana excitación, yermos yugos
que engañan nuestros adentros,
Bastaría con pulsar el dulce bordón
De aquella caricia pasajera
O de aquel velado requiebro,
Para que mi imposible ser
Renaciese, troquelado a su reverso.

No olvidan mis labios la mórbida
Humedad que los hizo preso
Y mis yemas aun retienen, codiciosas,
Las derramadas guedejas de tu cabello;
Aun me enternece la planicie del codo
Como me embriaga el hoyuelo
Que se forma en tu cadera; Tanto
Como la curva de tu espigado cuello.

Descubrí que algunas palabras
Liban su dulzura en susurros,
Al amparo de los tibios oquedos;
Cómo se dispensan las pestañas
Caricias de mariposa y es que todo
Está dispuesto en el recamado encaje
Que logra tejerse en cada encuentro.

Y, hasta, al reparar, me conmueve
La forma en que a fundirse
llega
En ambos el oscuro tormento;
Como gotas que se encuentran
En el frío cristal de la memoria,
Al recobrarnos del último silencio.

Maestro de las infinitas formas
Es, para mí, el errabundo tiempo;
Señor que labra cada detalle,
Cual artesano anónimo, tejiendo
El estrecho margen, casi un ápice,
Que separa a las indelebles delicias
De poder forjarse en su acaso o perderse
Entre esta algarabía y enredo,
Que deslucen los preciados acordes,
Que dan sentido a todo empeño.




Madrid, diciembre del 2008

jueves, 27 de noviembre de 2008

Desamor



 



Echa la vista atrás, al desigual trazado
Que deja la rodadura sobre la calzada
Y observa cómo la herida se cierra
Cual ola sobre la superficie del mar.

Se cierra, se aquieta y se funde sin rastro,
Aunque bajo ella quede el vestigio
De lo perdido, de lo que ya no tendrá ocasión;
De los verbos que no llegarán ya a conjugarse,
De los espacios que no trazarán puentes
Entre nuestras dispares orillas; por no haber,
Ni tan siquiera habrá ni tan siquiera...

Sobre la superficie quedan los tristes pecios;
Arrugadas hojas que la humedad deshace
Y esta ausencia dispersa entre sueños
Impropios y desbaratados atardeceres;
Tiernos espectros acunados en el deseo.

Y la gélida indiferencia prendiéndose,
Poco a poco, al horizonte de la mirada;
Hasta llegar a no ser de aquí, ni de ahora,
Sino de otros encuentros, frente a otros ojos,
Ante otras
mesas lejanas, lejanas…

El oro de la poma yace ya olvidado
En un talud del campo de carreras
Tras la linde del huerto, a cuya umbría,
La
hirsuta piel de la bestia se pudre
Sobre la extinta pira del altivo vástago.

Y ahora, este sordo dolor me balancea
Cual
palma de romero en el camino;
Como avinados pasos gobernando un rumbo

Incierto e indeciso; allá,
hacia un acaso
Donde me cobije al abrigo de algún latido
Sin resquemor
, cómputo, ni reserva.

Echa la vista atrás, haz acopio
y reitera,Una vez más, aquel sutil fármaco
De amargo consuelo
, pues lo fatal nunca es cruel;
Y aquel que no ha estado dispuesto a perderlo todo,
No habrá sido jamás digno de recibir nada...de nadie.




Cantoblanco, Noviembre de 2008

viernes, 21 de noviembre de 2008

Metamorfosis






Huyendo de un vivir sin naturaleza propia,
Ensayó su destino en el recreo de los Elementos;
Entre los que, por su modesta y delicada
apariencia,
Considero que el Aire se ajustaría mejor
Al índole de sus giros y destemplanzas.

Y Así, rondó por un tiempo como rumor seco
Entre las hojas, polvareda entre los rastrojos y,
Libremente suspendido sobre la sombra de las vides,
Ciñó el talle de la mocedad, arrebolando el vestido
Y multiplicando la onda bien dispuesta del cabello.

¡Que hartura de viento!
Ni tranquila puede estarse una...!

Y al sentir
la mano apartándole y aferrando el pañuelo,
Se inflama y asciende, -¡Quién lo hubiera sospechado!
Al hermano viento, al mensajero de vuestras aladas voces,
A la brisa que acaricia y refresca… Y cuanto más lo considera,
Más se enciende, desprende y eleva.

Brilla entonces con fulgor redoblado, cubriendo a la Tierra
Y a sus moradores; unas veces para encerrarles
Huyendo del resol de mediodía; otras veces, compasivo,
Tomando del árbol ese tono advenedizo con que,
Al atardecer, vestir de color sus candelarias.

Mas, desde la cegadora altura, ¡Cuan extraña humanidad!
Trasiego y afanes por las que escudriñar las alturas;
¡Cuán lejano este recuento de todo! Vastedad del espacio
Que los ruegos no llegan a trasponer; fulgor que consume
las fragancias y desvanece los multicolores reflejos.

Solo en tan alta cátedra, la congoja deshace su alma,
Destilando sus sentidos como lluvia que a tierra se viene
Sobre la inmensa llanura y fluye entre las peñas y apriscos,
Abriéndose cauce sin tapujos y bullendo entre las simas
O buscando el amparo de los sauces; preñado de vida,
Ahíto de caricias de clorales dedos y lomos tornasolados.

Y he aquí que ella avanza, prendido aun el temor
De los ojos y el entrecejo fruncido por la osadía;
Tendida hacia la corriente la mirada, como tentando
En cada remolino algo más allá; hasta que y sólo entonces
Morosamente, le hiende, se abandona y retrae, nuevamente;
ingenuo asombro ante el destino de lo ya consumado.

¡Mira ese gesto con el que se desprende de la pesadumbre
Dando alas al pelo! Adelantado el mascarón del busto;
Dispuesta desde el puente de la nariz hasta la rodilla
En un delicado gesto con el que te herirá por siempre,
Entre esa luz de
almíbar; efeméride sin rastro ni fecha.

¡Ya fue, ya está hecho! Sin remedio quedaste preso
Entre los cantos y el cieno, por entre los
sumergidos
Carrizos y las raudas huidas; prendido, inmovilizado,
Suspendido... pero cuidado! ¡que no se marche! ¡detenla!
Sostenla, mece su geografía entre los puntos cardinales,
Aquieta la corriente o boga con ella hasta la ensenada...

Pero que no te abandone…

Mas he aquí que ya su espalda
, cual fuste, se yergue
Camino del romero, sin mostrar signo alguno
Que haga sospechar una mínima querencia; No...
Pasó el instante, fluyó bajo el arco del puente,
Se desvaneció como niebla entre la fragancia del brezo,
La caricia del cálido viento y el mullido roce del lejano sol…

Un hondo pesar le traspasa, de parte a parte,
Mientras el pecho se alza y desciende, boqueando
Como pez fuera del agua; Girando sobre sí,
Abatido y en tierra, como tórtola herida.

Mira entonces sus manos, como ajenas,
Recorrer su rostro, labrado ya en el destino
Azaroso de los Elementos y sonríe para sí,
Entre resignado y melancólico, mas como sólo
Podría hacerlo un loco, un amante o un poeta.


Cantoblanco 21 de Noviembre del 2008

miércoles, 15 de octubre de 2008

Calendario



 



Vendrán de nuevo las lluvias
Y nos cogerán de improviso;
Los vientos nos amenazarán
Con escarcha en el rostro,
Mientras el astro declina
Sobre la línea del horizonte.

Aun no habrán blanqueado
Los campos las primeras nieves,
Y ya dispondremos los bancales
Para que los próximos narcisos
Puedan acariciar el roquedo
Con sus dorados cálices.

Se despojó de hojas el almendro
Y el tulipán, torpemente, desnudó
Bajo la amplia sombra del castaño
Su orgullosa corola sangrante.

Segaremos y replantaremos;Y, antes que el abedul ventee
Su bifronte fronda bajo la amenaza
de un cielo plomizo, acodaremos
El rosal a la espaldera.

El invierno vendrá de suyo,
Mas, no para quedarse;
Caerán las hojas del calendario
Sin detener su sino, mientras,
Al amparo de la lumbre,
Conjuraremos el temor
Ante esta batalla perdida.


 



Huerta, Octubre 2008


sábado, 30 de agosto de 2008

Rastros invisibles


 



En un extremo del huerto, 
al resguardo de los soles de agosto
las gardenias destilan un sutil perfume 
que interrumpe mi lectura,
con una evocadora maraña de 
ecos etéreos.

Amanece un anhelado junio en Madrid 
y el quiosco de las flores
rebosa de pétalos variopintos frente al anden, 
aun oscurecido, que me arrebatará de aquí, 
hacia un puerto de calles refulgentes, 
cercado por marismas y balsas de azul cobalto; 
allá, en medio de un laberinto de lodo 
coronado de un ralo verdor
que guarece de los vientos,  
nace la paciente decantación de las salinas.

Cada anochecer, correrías de golondrina 
y el "Galán" exhalando sdulce aroma  
por el extremo de la recoleta plaza. 
 
Un sol acaramelado arranca destellos de nácar 
de la fachada de Don Justo que, solitaria, 
refulge en su coqueto modernismo.

Rachas de una brisa, cálida y terreña, 
arropan de ingenuidad el encelado recreo, 
camino de la orilla, por los pinos de Santa Ana. 

Un cerco de caricias y huidas 
abren trocha entre la tibia duna,
donde los rafales exudan su dulce rocío. 
 
Y tu sombra, clareando entre las adelfas, 
y yo, aturdido, afanándome tras tu rastro 
como lebrel que merodea las hondonadas. 

Tus dedos dejan sobre mi piel un reclamo 
de resina, mis labios trazan un sendero 
de suspiros hasta el lindero enagua. 

Un coro de caireles nocturnos acompasa 
el jadeo de la rompiente bajo un manto de luna  
que espejea en un mar de bonanza. 


Cual mal presagio, el encanto súbitamente se rompe,
Desbaratando las imágenes sobre el tapete de la noche,
Con todo, doy lo 
perdido por gozado  
y lo que creo que fue, por aquello que confiaba 
que pudiera, alguna vez, haber sido.

Antes de que todo se funda en negro
o se desbarate 
entre los estilizados reclamos 
del mercadeo cotidiano o que la melancolía
haga de mí su estatua de sal; deseo que 
esa otra razón enraizada en mi cuerpo, 
teja de nuevo su trama de invisibles rastros.


 



Huerta-Madrid, agosto-Septiembre de 2008

jueves, 26 de junio de 2008

Los días





Hay días que están hechos
De esperanzas deshilachadas
Como la madeja de un gato.

Hay días con soles
Bajo las sábanas,
Flores en el fregadero,
Sonrisas en las cortinas
y un sabor de regaliz
Que nos consuela
En lo peor de la jornada.

Hay días con pesares
Como setas en otoño
Y otros que languidecen
Como siestas junto al mar.

Hay días que tienden
Sus cabellos sedosos
Al tacto de los niños;
juegan al escondite

Con nuestras llaves
Y despuntan de colores
Nuestros lapiceros.


Hay días que callan
Su inasible secreto
Con un guiño cómplice
Y días que siguen
a otro días
y que,
Sólo nosotros,
Esperamos.




 



Madrid, Junio del 2008

jueves, 19 de junio de 2008

Cada mañana



 



Cielos de plata sobre inocentes pasos velados por el sueño
Rostros que tildan la
trasnochada fatiga tras gafas ahumadas
Autos que se precipitan tras autos petrificados ante
señales infantiles
Cansinos transeúntes que albergan recuerdos de colchas mullidas.


Una feria de anhelos que se traicionan con
mirada esquiva
Fauna de trajes cruzados amparándose tras urnas de cristal

Empedernidos transgresores expuestos a la heroica intemperie

Aspirando los humos
todos con la inconsciencia satisfecha.
 

Tumulto de bolsas agarrándose a los molinetes niquelados
Anuncios luminosos con palmeras tan lustrosas como improbables

Tintineo de tazas con su basso-continuo de
lácteo vaporizado
Cruces, trolley
s, paquetes desplazados y diarios deshojados.

Maremágnum de cuerpos agitados sin pudor ni consuelo

Mientras la música se enquista en los oídos auriculados

Paréntesis entre andenes y tildes tras las puertas corredizas

Destinos infinitos para reiteradas y
triviales labores. Cada mañana.


 



Madrid, Junio del 2008

jueves, 29 de mayo de 2008

Redacción





Mi madre es una constelación 
que he aprendido a observar y a cuidar. 



Las emociones habitan su rostro
Y cuando se ilumina
Me deslumbran destellos de patena.

Otras, aguaceros 
y nubes plomizas,
A veces me la ocultan,
Y, entonces, siento 

cuánto más la preciso. 
Aprendí a seguir
Su diaria rutina

De atropellados dones
y atender al sutil arco 
dibujado entre sus cejas.

También, he de evitar 
con tiento las estancias 
cuando espejean
Su laborioso
destello,
O aquellas tardes 
en las que su humor
Se enreda entre ingratas
Gavillas de tareas cotidianas.

Es entonces cuando, 
desde mis felices rincones
La asalto, hasta arrancarle 

esas risas que iluminan 
el atardecer de nácar. 
 Aunque en clase nos ilustren
Con fotos y cuadernillos,

Yo sé de mi madre en todas su fases.


Pues ella es la única constelación
Que en mí dispone
De su propio planetario.





Cantoblanco, Mayo-Junio del 2008

martes, 27 de mayo de 2008

En el Umbral




En el umbral de ese espejo sin azogue,
En la duermevela de mis afanes
Que me hurta la conciencia de ser
Con su inefable don de la ubicuidad;

A través de ese bostezo sin fondo
En donde habita toda posibilidad,
Soñé que mundos vivían en mí
Con el candor de las tardes de estío.

Tardes de caramelo que me sorprendían
Libando amores en el cerco de los labios,
Compartiendo anhelos y licencias,
Cumplidas con despreocupada lozanía.

Soñé vientos que, pese a su embate,
Elevaban mi cuerpo cual cometa;
Volando sobre maizales de rojizas flamas
Y campos de amorfas y dulces cidras;

Que la mar pendía del cielo y, entre terrones,
hormigas portaban miel mientras,
prendidos de sus perchas, dóciles azores
Acechaban a la ocasional imprudencia.

Soñé que un claustro de imposible delicadeza
Se tendía en el soleado jardín de unos baños,
Con su acueducto de mármoles satinados
Que se erguía a salvo de la avidez humana.

Al final, ignoro si fue efecto del despertar
O que, estando a punto de la vigilia,
Conspiraba, con onírico apremio,
Por atravesar el umbral y regresarme.

Ignoro la forma de averiguar si aquella trama
Estaba urdida sobre el diseño cotidiano
O bajo la brumosa corriente de
deseos perdidos.

Madrid, mayo de 2008

jueves, 22 de mayo de 2008

Solsticio

A Fernando Carapeto
In memoriam

De la hermandad de los últimos hombres:
Aquellos siempre sufren en silencio
por ser mejores de lo que ya van siendo.



Esta mudanza cotidiana
No mezcla bien
Con el sordo dolor
Que hoy me alberga.

No deja que las risas festivas
Pinten de olvido las urgencias;
Ni que me incline bajo el dintel
Que precede a las ambulantes
Geometrías, ni me interese
Por el diario acontecer
Que se asoma en cada mirada.

El largo pasillo,
No florece ya de carpetas,
Y desdeño las complicidades
Que, en cada rincón,
Se ponen en suerte;
Ya sea el amoroso encuentro
O la transgresión cotidiana.


Así que, al entrar, miro los escalones
para ocultarme de los neones
que siempre lucen
Con su claridad de simulacro;
Luego empujo las puertas
Que chirrían como las artríticas
Arterias de esta filosofía
Que ya nadie practica
Y, me encamino a las aulas
Rodeado de carteles timbrados,
Tarareando con dudosa afinación.

Y en cada una de ellas,
Me bajo de la tarima
Y abro la ventana y mi corazón
A las nieves cercanas,
Antes que saumarme,
Como preciada orquídea
De artificial carnalidad.

Hasta que, por fin,
Mi interior implosiona
Con la intensidad de un beso
Y me hace padecer sin remedio
¡Cuanta piel que me aprisiona!

¡Quién necesita sucedáneos,
Quiméricas aventuras o
Estimulantes destilados
Contra esta soledad vaticinada!

¡Reino sobre el terremoto del abrazo
Y el lánguido llanto de la confesión;
Veo con otros ojos, como un milagro posible,
Sufro con otro pulso, como una dicha cotidiana!…


Tras la revelación, al anochecer,
Pasos de autómata guían mi espectro
Por las calles, haciendo resonar
El falso alabastro, pero ya,
Como cada mañana,
Con intempestivos pies ligeros,
Ante otro cercano solsticio.

Cantoblanco, 22 de Mayo del 2008

miércoles, 14 de mayo de 2008

Peregrino


Me acerco a ti,
Como estival revolera,
Ignorante de si te cimbrearé
O quebraré la fina red
De sutiles expectativas
Que te arraigan al surco.

Ávido de regazo y olvido,
Franqueo tu puerta,
Silente felino que arrampla
Con lo preciso, huyendo luego,
A salvo en su gatera.

Corrieron nubes tras el ocaso,
Mansas lluvias sembraron
De reflejos del paraíso
La enfebrecida rastrojera.

Ahora voy hacia ti,
Cautivo y humilde
Cual peregrino.
Si veo tu rostro amanecer,
Sea fulgor en la mañana,
Venero entre los pastos.
Mas, si en el acaso
Oigo que tocan a duelo
En la distancia;
No lamentaré despertarme
De mi inocente sueño.

Siempre caminé
Con la mirada elevada
Y el rostro vuelto
Hacia tu ausencia.


 



Madrid Abril del 2008

domingo, 6 de abril de 2008

El bautismo de tu mirada



¿Cuantos temores puedo acoger
Sin que
mis quimeras viertan ceniza
En estas
turbulentas entrañas?
¿Cuando el amor, el deseo y la soledad
Harán entrega de su añorado legado
De tierna
promisión y libres fulgores?
Antes que el abismo se expanda
Hasta engullirme en la ausencia
Nostálgica del padre Cronos.


Mas pícara
brisa amplía la noche en tu blusa
Y las caricias se suceden entre comandas,
Reptando como el contagioso crótalo de tu risa.

Y, he aquí, que tu mirada me desvela
Cual vasija de ignorados adornos
Aplomándome al ansiado centro.

Boqueo de las luces primeras
Bajo el declinar del estelar destello:
Instantes así, crean un universo.


Cantoblanco abril 2007-2008

miércoles, 2 de enero de 2008

El Yo pasmado





¿Me buscabas…?

Cediendo al infantil capricho,
Descendí por la nevada cuesta,
Abriendo una herida de paso
En el inmaculado lienzo.

¡Era hoy…!

De camino, pasmado,
Miraba al delicado pie
De grácil tacón de palma,
Creando un monumento
De vértigo al equilibrio.

¡Mi dispiace, ma non sono pratico…!

Y en este vivir a destiempo,
Tras pobres coartadas,
Naufrago día tras día,
De olvido en olvido.
Tal es este incierto sendero
Que recorre el etéreo instante
De plenitudes y ausencias.


 



Navidad, 2007

Homenaje, Agustín Vento Villate (1962-2024)

  Miro la sedosa nube deshilachandose en el horizonte.  Toco la nube. Miro  al tronco nudoso remedar la traza de un cuerpo. Al tronco me uno...