
Allí fue la sangre gozosa,
el venturoso asalto,
allí fue la mano tendida
en tierno acoso
entre la altiva fronda.
Allí fue el aciago linde,
el fulgor augurado,
allí fue la quieta mirada
poblando de voces
el hogar de las sombras.
Allí fue el llanto escondido,
el caudal sin aliento,
allí fue la lóbrega sima
teñida de ruegos
por el trémulo canto.
Allí fue la fugaz claridad
de los días ya amortajados
y la imagen que se desvanecía,
con un triste lamento,
ante los ojos de la memoria.
Cantoblanco, 1983
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