martes, 23 de enero de 2024

El Barrio




Viajo acompañado de mapuches, aimaras
y quechuas; suena en los vagones 
cadencias de Cuzco, Antioquia y Valparaíso;
mientras otros ramales transbordan
hacia las costas de Mali y Senegal.

Antaño, entre remaches y blancas baldosas, 
se compartía bandazos con el fresador 
venido de La Roda, manchego y segundón; 
con el pasante de una lóbrega oficina 
entre Callao y la plaza de Santo Domingo.

Vecino fui del practicante y del escayolista, 
del fontanero y el marmolista que enmarcaba
la cruz
funeraria en la vecina Sacramental.
De pequeño, sobre los descampados
en donde jugábamos al rey de la montaña,
entre cardos y artemisas, los poblados
y cañadas vertían su cachorros de 
navaja bravía;
barriendo las lindes de una chiquillada oculta
tras las rejas de los portales, mientras otros 
enfrentaban aquella porción de vida pandillera, 
entre la temeridad y la osadía.

Hoy, por esas calles, bajo soportales
y arboledas nocturnas
, rima el ballenato 
su goce de ronda, bien machito y prieto; 
mientras las barras campean sus dieciséis vulvas
de dinero
fácil por entre las trincheras
de sombras y los pañuelos campeches.


De niño jugábamos a mayores con reglas reñidas, 
hasta que el espectro del padre regresaba 
a la casa, a otro juego sin réplica posible. 
De niño, las voces cruzaban el espacio nocturno 
convocando, entre chitones y concursos televisivos,
las cenas rituales y las riñas conyugales.

De niño los pantalones eran demasiado cortos,
las canicas pocas y el miedo te rasgaba 
la espalda como un petardo a punto de estallar.

Ahora las plazas bullen de un rosario
de pieles cobrizas, mulatas y criollas,
coleando su pelo azabache; lindas churras,
pequeñas y vivarachas que pasean
su trofeo de madres de niños indómitos
que heredan lo peor de la memoria reciente: 
¡Si ahorita me berreas y faltas, con quince 
de a puñadas me habrás de hablar, como tu padre!

Madres huidas de los contornos del
altiplano 
o de los galpones de tantas selvas y que, 
cabizbajas, trasiegan por las aceras una niñez
quebrada por el pulque y la chicha, lastrada 
por los siglos de olvido y desgobierno.

Hoy regreso 
en mitad de mi vida
al barrio de mi infancia; 
salgo de la boca de granito a la calle,
hacia unas manos de seda, cuyo rostro
habita ya en su propio silencio. 

Y siento que llego tarde a la cita 
con todas las espaldas
cargadas en su caminar baldío,
que se hace tarde en el
tizón oculto 
de todas las madres, en su secular destierro
de una historia, infame y sin esperanzas.






Madrid, Metro 
Quintana -línea 5-  10 de octubre del 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Homenaje, Agustín Vento Villate (1962-2024)

  Miro la sedosa nube deshilachandose en el horizonte.  Toco la nube. Miro  al tronco nudoso remedar la traza de un cuerpo. Al tronco me uno...