Bailan las hojas
Bajo luces fugaces
Brincan los corzos
光の閃きで
鹿は跳ぶ
Ha wa mau
Bailan las hojas
Bajo luces fugaces
Brincan los corzos
Porque ¿sin ella?
¿Qué sería del mundo?
この悲しみ
漆喰を纏って
家と記憶
***
Brinca la arena
y el bruno cabello
revolotea.
Traza en el cielo
su efímera alegría
el barrilete.
El día pasa
hilvanando a la sombra
lánguidos sueños.
Madrid, 16 de abril de 2024
Ya no recuerdo
tu nombre,
signo perdido
en el tráfago del tiempo.
Ni siquiera sé
cómo evocar tu rostro,
al que, aquella vez,
acosé con tanto deleite.
Apenas me ocupé
de los perdidos anhelos
o los presentidos temores.
No me desdije
con paladar amargo
de las argucias de miel
que urdí
en la penumbra.
Mentí,
bien lo sé,
reeditando
sobre tu cuerpo
las escaramuzas
de otros
amores desairados.
Las lindes
que entreveramos
con tanto ardor
fueron renuentes deseos
que ansiaban su olvido
entre tus cálidos flancos.
Huí.
Tu cuerpo amaneció
sin nadie
que le ofreciera amparo.
Y ahora
que contemplo
las nubes prender
guedejas azuladas
sobre las cimas de la sierra,
ahora que en los hogares
crepita el amable fuego,
expío
esta íntima condena,
este penar a destiempo,
con la certeza de haber hecho
de esta vida
un osario
de ocasiones baldías.
Tras ese umbral, un mundo comienza.
¡Algo debimos haber hecho!
Algo prohibido que se alumbró
tras un
cálido anhelo de poderío,
o que nació del soberbio
descuido
que anida en la ignorancia.
Tal fue, en efecto, nuestra iniciación.
Un singular instante
larvado
en la conciencia;
de padres a hijos, de
hijas
que se hacen madres.
Una condena que nos lega
un repentino gesto de rabia
y el imborrable semblante
de nuestra más reciente osadía.
Y así, al descubrir que accedemos
a un horizonte ya dispuesto,
emerge el más íntimo
desengaño,
por el que, hasta lo más insignificante,
denuncia una extrañeza, tan
propia,
que el corazón se vuelve
hacia visiones y anhelos
poblados de gestos ardientes
y fugaces placeres que, día
a día,
nos van encandilando.
Con todo, esos efímeros
dones
recién alumbrados, son ya portadores
del vestigio de alguna falta,
pues devienen otro modo
de fatalidad.
¡Palabras y deseos!
Y una
pasión irrefrenable
por nombrar, con tal
de
no dar término al sueño,
con tal de no
aventurarnos
y ver nuestra audacia pervertida
en el curso de
la indolencia cotidiana.
Un deseo de palabras
que es ya temor de
realidad,
anhelo de una vida
en la que alienta ya la
muerte.
Pues la tierra ignora
esta
voluntad nuestra
por persistir y se nutre
de los restos desperdigados
por los márgenes
de
nuestra existencia.
la tierra no guarda memoria,
sino
que se desprende,
como muda de sierpe,
de los instantes,
una vez
consumados.
¡Debemos, pues, aprender a morir!
Debemos ensayar a vivir
nuestra
propia muerte.
No sólo una, multitud de veces.
Pero ¿cuál? ¿Cuál es nuestra muerte?
¿Cuál
es la forma en la que seremos
inmolados
en el caso de que no podamos hacer de un sueño
nuestro modo de vida, o de
que no logremos
yacer junto a la belleza que ha
alumbrado este mundo?
Bailan las hojas Bajo luces fugaces Brincan los corzos ***** 葉は舞う 光の閃きで 鹿は跳ぶ ***** Ha wa mau Hikari no hirameki de Shika wa tobu