lunes, 29 de enero de 2024

Orfeo y Eurídice





Allí fue la sangre gozosa,
el venturoso asalto,
allí fue la mano tendida
en tierno acoso
entre la altiva fronda.

Allí fue el aciago linde,
el fulgor augurado,
allí fue la quieta mirada
poblando de voces
el hogar de las sombras.

Allí fue el llanto escondido,
el caudal sin aliento,
allí fue la lóbrega sima
teñida de ruegos
por el trémulo canto.

Allí fue la fugaz claridad
de los días ya amortajados
y la imagen que se desvanecía,
con un triste lamento,
ante los ojos de la memoria.






Cantoblanco, 1983

domingo, 28 de enero de 2024

Otoño de ausencias




Aventan hojas,
en su lecho de conchas
nostalgias del mar.

葉が揺れ
貝殻の床に
海の哀愁

***

Ha ga yure
Kaigara no toko ni
Umi no aishū



 Cantoblanco a diciembre 2009

viernes, 26 de enero de 2024

Deseo




Amanece
claridad de almíbar
barniza el lecho
dos cuerpos reposan
cual ensortijados restos
lánguidos ramajes
orillados tras las bravías
galernas del invierno.

La luz
Se abre la mañana
y prende de las miradas
un renovado deseo
de aquellas caricias boreales
que amortajaron el silencio.

Y, devorándose,
se escapa el sueño
por los intrincados
laberintos del aliento.

Postigos del día
tus ojos de cierzo,
nenúfar rosado
se alza en su pecho
una mar de fondo
que deslía el tiempo.





Badajoz, Abril de 1985

martes, 23 de enero de 2024

Nieve





Cae en copos la nieve 

Cae
alzando los ojos 
al asombro de otras lindes

Cae
cercando de ventisca
la amplitud del páramo

levantando en los campos 
un vallado de silencio

Trazando un lienzo
de albo barbecho
      Sobre los lóbregos surcos

Cae
acompasando 
nuestro aliento 
   a su danza de náyade

haciendo florecer 
en los cristales
las simetrías del misterio 

Cae
como un eco 
de aquellos días 
   sin rastro de temor 
 
Cae

cincelando en el corazón
un troquel de inocencia




Madrid, Enero, 2007-Enero, 2011

El Barrio




Viajo acompañado de mapuches, aimaras
y quechuas; suena en los vagones 
cadencias de Cuzco, Antioquia y Valparaíso;
mientras otros ramales transbordan
hacia las costas de Mali y Senegal.

Antaño, entre remaches y blancas baldosas, 
se compartía bandazos con el fresador 
venido de La Roda, manchego y segundón; 
con el pasante de una lóbrega oficina 
entre Callao y la plaza de Santo Domingo.

Vecino fui del practicante y del escayolista, 
del fontanero y el marmolista que enmarcaba
la cruz
funeraria en la vecina Sacramental.
De pequeño, sobre los descampados
en donde jugábamos al rey de la montaña,
entre cardos y artemisas, los poblados
y cañadas vertían su cachorros de 
navaja bravía;
barriendo las lindes de una chiquillada oculta
tras las rejas de los portales, mientras otros 
enfrentaban aquella porción de vida pandillera, 
entre la temeridad y la osadía.

Hoy, por esas calles, bajo soportales
y arboledas nocturnas
, rima el ballenato 
su goce de ronda, bien machito y prieto; 
mientras las barras campean sus dieciséis vulvas
de dinero
fácil por entre las trincheras
de sombras y los pañuelos campeches.


De niño jugábamos a mayores con reglas reñidas, 
hasta que el espectro del padre regresaba 
a la casa, a otro juego sin réplica posible. 
De niño, las voces cruzaban el espacio nocturno 
convocando, entre chitones y concursos televisivos,
las cenas rituales y las riñas conyugales.

De niño los pantalones eran demasiado cortos,
las canicas pocas y el miedo te rasgaba 
la espalda como un petardo a punto de estallar.

Ahora las plazas bullen de un rosario
de pieles cobrizas, mulatas y criollas,
coleando su pelo azabache; lindas churras,
pequeñas y vivarachas que pasean
su trofeo de madres de niños indómitos
que heredan lo peor de la memoria reciente: 
¡Si ahorita me berreas y faltas, con quince 
de a puñadas me habrás de hablar, como tu padre!

Madres huidas de los contornos del
altiplano 
o de los galpones de tantas selvas y que, 
cabizbajas, trasiegan por las aceras una niñez
quebrada por el pulque y la chicha, lastrada 
por los siglos de olvido y desgobierno.

Hoy regreso 
en mitad de mi vida
al barrio de mi infancia; 
salgo de la boca de granito a la calle,
hacia unas manos de seda, cuyo rostro
habita ya en su propio silencio. 

Y siento que llego tarde a la cita 
con todas las espaldas
cargadas en su caminar baldío,
que se hace tarde en el
tizón oculto 
de todas las madres, en su secular destierro
de una historia, infame y sin esperanzas.






Madrid, Metro 
Quintana -línea 5-  10 de octubre del 2009

Estela de Tiphys




Navegante que en el dorado ocaso doblas
El traicionero cabo, pon al pairo las velas
Y acalla las voces que atosigan los remos.

Pues aquí pereció Tiphys, piloto del Argos,
Por voluntad de los dioses que celos criaron
En su inmortal pecho, por los violados misterios.


Recuerda a este timonel que en el albor de los días
Trazaba la incierta ruta en pos del puerto señero;
Más ahora varado permanece, cual pecio tras la resaca.


Mudan entorno los días su tersura aterciopelada,
Rondan tibias exhalaciones otros parajes,
Calla el ave su agreste canto, como una señal más.

Y cuando tú partas, aquí quedaré, náufrago
De pasadas tormentas, mudo testigo de la vida
Que se acumula, día tras día, sobre la paciente orilla.





Isla 1980-Madrid 2007

lunes, 22 de enero de 2024

Odisea I



Eran los días 
de la juventud arriesgada,
cuando surcos abrían las naves 
en la mar paciente
y blanco ardid a los vientos 
de la esbelta vela encelaba.

Eran los días fugaces, 
ebrios pasabas las noches
desgranando, en alados tributos,
los pormenores de renovadas odiseas.

Lejana quedaba aquella hora del alba
en la que pétalos de luz rasgaban
el velo de la oscuridad abismada.

Lejana quedaba aquella hora brumosa
en la que, del valle hacia las altas cumbres,
el humo trenzado de los hogares se alzaba

Y en el desperezado sueño se confundiría,
entre graves ídolos y severos espectros,
El anhelo de Argos junto la costa.






Isla Cristina, 1981

La Moira





Tal vez sea Destino
Esta querencia
Que al calor
De los cuerpos
Nos encadena.

Tal vez,
Entre la antigua sangre
Y el mórbido cieno
Que nos ha forjado,
Un amanecido pecho se abra.

Aun hay brotes
Que tan sólo despiertan
En el seno de un ribazo
Y el su florecer dibujan
La osadía de unos labios.

Aun hay mares
Que excavan,
Con infatigable asedio,
Umbrosos regazos
En la agreste costa.





Madrid, 1983

Afrodisias



Caricias de espuma
pesebres de olvido
Silentes senderos
fragantes y umbríos.








Abril de 2007

Despertar






Abierto a la vida
Como vara tendida,
Como yema frutal
Sedienta de soledades.

Abierto el centro,
El cóncavo latido,
La palma del corazón
A la luz sangrante.

Y entre el cárdeno limo
De la atardecida orilla,
He tendido mi cuerpo,
Como brazal naciente.







Isla Cristina, Huelva 1983

sábado, 20 de enero de 2024

Marinas




Anoche, en un sueño, recorrí 
el sendero de la duna, madre, 
hasta aquel otero del que hacías 
tu refugio, en horas aún de rocío, 
en donde plasmabas tus marinas.

Un rastro de huellas sin cuento tejía una senda de mar de fondo, salpicada de pinaza y güitos de retama. Por ella ascendí, ladeando el paso, buscando lugar para mis pies desnudos contra el resol abrasador, mientras, con ligereza y cautela, intentaba esquivar el acecho de las púas de la tuna bravía.

Alcé la mirada hacia donde la brisa inclinaba los rafales y elevaba la invisible arena, atrapada entre las brazadas de gavillas, dispuestas para erigir un farallón contra los temporales invernales.

Lucías allá, madre, tu pantón de armonías, de collares y blusas, como un blasón de serena calma, con la que disponías sobre la paleta breves churretes de evocador acento: blanco España, Azul Prusia,  
en una red de mutuos reclamos,  
con los que echar rezón a lo mudable.

Me acomodé a tu vera, cauteloso 
aunque alegre y expectante,  
como aquellos niños del cantín,  
celebrando con dichoso asombro 
ver surgir sobre la blanca tabla 
lo que siempre tuvieron a la vista. 

Allí descansaban en su sueño 
devastador los pecios de barriga 
oxidada que cabeceaban en la ría 
bajo un fulgor de oriflamas,  
como gavianes a la espera 
de un tiempo de bonanza y, 
a un cable, un malecón bullente  
de cajas y carretillas, en un bujío 
de voces, tanguillos y mudanzas.

Hoy parecía ocuparte, madre, 
la oscura viña del “americano”,  
la alta casa con su morera  
donde acechar gorriones  
con la horquilla del tirachinas 
y más al fondo, destacándose 
en fuga a cada pincelada  
de blanco y crema, la compuerta 
del Carrera, aledaño al peligroso 
imperio de los lamedales. 

Me quedé así, junto a tu recuerdo, 
madre, considerando cuánto  
habríamos de ver en este mundo  
que ya tu mirada nos hubiera 
señalado y saludé, de tu parte, 
a los cañaverales y a la rompiente  
de la playa de luna y al encendido 
ocaso que nos dejaste en heredad. 











"El muelle de la Lonja desde el cantín" por Begoña Villate Ibarra
Madrid, 23 Mayo del 2010


viernes, 19 de enero de 2024

Balance




Mirar atrás
tal cual eres
y te soñaste
una vez, haber sido

La muesca 
de la romana
ya no sopesa
realidad y deseo. 


13 de abril de 2011

El Retiro



Otoño
 
 Descansan las horas 
en la quietud del día

Crepitan los pasos 
por el sendero abierto 
entre los chopos 
que señalan, 
como la mano del ángel,  
al ceniciento cielo

Otoño

El viento enardece 
los cuerpos
bajo una lánguida 
lluvia de hojas,
Mientras
dorados reflejos 
animan los rostros 
de mirar caído

Otoño

Tras el efímero fulgor 
de su espigado vuelo,
cada
alma regresa 
a la yerma extensión
de su ausencia.  
 




Madrid, 1976-2007

Marina



Es la mar quien te evoca sin nombre
La mar y sus olas a un tiempo
En un mismo tono, te reclaman.

Llegan del horizonte insondables crestas
De un acre olor a bosque,
La marea arranca de su seno el coral 
para sembrar la orilla 
Como si de un bermejo osario se tratase.

Es la mar quien te evoca sin nombre.



Isla Cristina, 1980-2007-2020

Primavera




Tras el alféizar
la primavera pasa
con su largo adiós 




Duelo

Triste lamento Luciendo de albayalde lar y memoria. *** 悲しみの声 白き姿にて 家と記憶 kanashimi no koe  shiroki sugata nite ie to kioku